de la petición a la prohibición
La fiesta comenzó a documentarse en 1783, cuando se hacía petición de aguinaldos el día de Reyes y una parte de los ingresos iba a la parroquia. En 1808 se desglosaron estos aguinaldos, ya que dentro de ellos estaba incluida la venta de albas.
En 1815, en una visita pastoral, se prohibieron las profanaciones en la iglesia y su cementerio, y en 1818 no se vendieron albas debido a que no hubo quien las pusiera en precio. En 1827, el obispo de Ávila prohibió clavar clavos en el altar y sacar imágenes en procesión, lo que provocó que cesaran los ingresos de los aguinaldos.